16 de febrero de 2015

¡Me sublevo!

Trece millones de españoles, en riesgo de pobreza y exclusión social. El 27% de la población española es pobre, más del 34% en la Región de Murcia, Canarias, Extremadura, Castilla-La Mancha y Andalucía entre el 35 % y el 39 % según el informe “El estado de la pobreza. Seguimiento del indicador de pobreza y exclusión social en España 2009-2013”.

Al tener conocimiento de los lamentables datos que destapa me indigné, hoy lo he vuelto a leer y mi indignación es aún superior rayando la angustia porque casi nadie, ni tú que me lees, ni yo, estamos fuera de ser un mero número más del mismo ante la indiferencia de aquellos que fueron llamados a gobernarnos para evitar llegar a las dantescas situaciones, auténticos dramas cotidianos, que estamos viviendo y padeciendo.

Me sublevo ante el desaguisado general al que nos están llevando, autentico plan premeditado para empobrecernos y someternos hasta hacernos pelear por un trabajo precario y mal pagado y eso quien lo consigue. Todo ello no es fruto de una mala gestión, no es fruto de errores de planificación, es fruto de plan medido hasta el milímetro en busca de favorecer a unos pocos a costa de los de siempre.

Además de sus insultantes trapicheos, que se ocultan entre ellos, con una justicia intencionadamente carente de recursos para llevárselo calentito e impunes, legislan para seguir siendo favorecidos y perpetuados sin un ápice de sentimiento humano que sólo disimulan en periodo electoral para aparecer misericordiosos en busca del voto que les permita seguir y seguir en una espiral infernal sin fin.

Mientras tanto, nosotros, miramos perplejos como somos fustigados, contentándonos con llevarnos menos palos que nuestro vecino o rebañando las sobras de los platos que nos dejan mojar. No, ese no es el camino.

Es hora de alzar la cabeza, de sacar nuestro orgullo, de exigir nuestros derechos, somos más y debemos reaccionar ya, antes de que sea aún más tarde, demasiado tarde porque va en ello la esperanza, ilusión y esfuerzo de nuestros jóvenes que no tienen ni presente ni futuro, de nuestros mayores que trabajaron por nosotros y ven que de casi nada sirvió y por nosotros mismos que merecemos una vida mejor y digna.

Mis palabras pueden caer en saco roto quizá como un grito en el desierto de la indiferencia y pasividad pero permitirme soñar en que aún es posible.

 Sí, es posible.

Carlos Rodríguez Ibáñez

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